Veo mi reloj, son casi las dos de la tarde “granos más, granos menos”, diría el jefe haciendo alusión a su viejo reloj de arena que tiene en el escritorio, acabo de dejar a uno justo en la puerta de donde le tocaba ir y ya se me hace tarde para recoger al siguiente, veo la lista, me faltan tres viajes más el día de hoy, vamos a ver… tacho el nombre de la Sra. Iturbe.
Veamos… recogeré al Lic. Azcarate apenas a 17 calles de donde recogía a la Sra. Iturbe que es ahora exdirectora de Financiera Vincent., El lic. Azcarate es como yo, no le gusta llegar tarde a las citas, a pesar del calor, y de la hora, estoy seguro de que debe estar desesperado por llegar a tiempo ya.
Debo apresurarme, al jefe no le gusta que se nos valla ninguno, eso causa muchos problemas y papeleo, si los recojo a tiempo, todos somos más felices… al menos en la oficina, mi línea de trabajo es dura y a la gente no le agrada mucho, y lo entiendo, ¡en serio! Pero es mi trabajo, y el jefe, aunque asusta mucho a la primera impresión, no es tan malo cuando lo conoces, eso sí, puntualidad es su lema, así que debo apresurarme. Acelero.
Miro el reloj, si casi es hora, tengo unos cuantos minutos, al Lic. Azcarate no le gusta que lo hagan esperar. Es un desgraciado con la gente, según tengo entendido, no deja salir nunca a sus empleados temprano y los hace ir en fines de semana sin pago extra, no los trata con respeto, excepto a la Srita. Celia, su secretaria… y amante; además de que evade impuestos, engaña a su esposa y maltrata a sus hijos, es un abusivo con todos, detesto tener trato con este tipo de gente, pero así es esto.
Checo el reloj, dos minutos, la cita es en dos minutos… avanzo a todo lo que da, llegaré a tiempo a la cita, veo a el Lic. Azcarate, viene corriendo a todo lo que da a calle y media justo de frente a mí, cree que va a llegar tarde a su cita, pero estamos justo a tiempo de encontrarnos, acelero.
La expresión de horror en su rostro, cuando su auto se impacta de frente con el microbús, y se encuentra conmigo, es algo rutinario… ya me habitué…
El chofer del microbús trata de correr, está tan pálido y asustado que por un momento pienso en mi lista, quizá me tocaba llevármelo también hoy, reviso… no, la siguiente cita es en Canadá en ocho minutos…
El lic. Azcarate me saca de mis pensamientos, dejo de prestarle atención al chofer, al policía y a la multitud de curiosos que se arremolinan alrededor del auto.
-¡¿Qu… que pasó?!- pregunta titubeante sin quitar los ojos de su auto que comprime grotescamente lo que queda de su cuerpo.
-Te moriste…- le respondo.
-¡¿QUÉ ME QUE…?!- grita, ¡ah…! Lo de siempre, esta es la parte aburrida de mi trabajo, antes trataba de tranquilizarlos, pero ya no… prefiero a los que se lo toman con filosofía, o a los que ya se lo esperaban… en particular los pacientes de hospital para los que verme es un alivio de sus dolencias, esos me agradan, hasta me tomo mi tiempo en hablar con ellos de camino a su destino.
-Te moriste, “colgaste los tenis”, estás difunto, “morido”, muerto, tieso, “ce fini”- le digo un tanto exasperado y a continuación, lo que todos los del estilo del Lic. dicen…
-¡NO PUEDO ESTAR MUERTO!- … suspiro., justo como lo esperaba…
-Lo estas…- le digo tajantemente -…Vámonos-
Lo tomo del brazo y lo arrastro a con el jefe.
-¿A dónde vamos…?- pregunta, su voz no puede disimular su miedo.
-Ya sabes a donde te toca ir…-.
Llora y suplica todo el camino, otros me conmueven mucho, este no, se resiste pues sabe a dónde le toca ir, dice algo de su juventud y de que cambiará… yo apenas lo escucho… en cuanto lo entregue me sentiré feliz.
Lo dejo en la entrada que le toca, ahí está el jefe de la división de “Los De Abajo”, reloj en mano...
-Buen día jefe- lo saludo.
El me devuelve el gesto, su expresión severa, imperturbable y malévola…
-Aquí le dejo uno más…-
Él asiente, e invita a pasar al recién llegado por la puerta que le toca, con la sonrisa macabra de dientes afilados y ardientes., el Lic. no se atreve a decir nada más, él jefe lo intimida demasiado.
- ¿Como vas? - pregunta.
- Bien jefe, solo me faltan otros treinta para hoy quince para “Los de Abajo” y quince para “Los de Arriba…” - le digo -…me gustaría quedarme a platicar, pero debo recoger a otro…-
-Si, y yo tengo que llevar a este allá abajo- Me dice con su voz áspera y escalofriante mientras arrastra al Lic. Azcarate lloriqueando por la puerta.
Cuando voy saliendo, un compañero pasa saludándome, lleva a un viejecito de aspecto amable, de esos con los que me agrada conversar en el camino, lo acompaña a la escalera que va para arriba.
-Si, si, su esposa lo espera arriba, pregunta mucho por usted…- dice mi compañero.
-Que bien… que bien… estoy ansioso por verla- sonríe el viejo con paso cansino.
-Pase por aquí por favor-
Le dedico una última mirada al anciano, ojalá me hubiera tocado a mí, y reviso mi reloj, apenas a tiempo para la siguiente cita…
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